En contra del olvido
- Luis Guillermo Peña R.
- 31 mar 2020
- 2 Min. de lectura
Personajes memorables de la vida cotidiana de San José de La Montaña
En contra del olvido
Casi todos los pueblos tienes sus cronistas, gracias a ellos no quedan en la desmemoria y en el olvido personajes, anécdotas y hechos que hacen la historia de cada lugar. El recuperador de la memoria de San José de la Montaña es Luis Jairo Correa Velásquez, nieto del fundador del pueblo, Esteban Velásquez Restrepo. Es ingeniero agrónomo de la Universidad Nacional y biólogo de la Universidad de Misisipi, USA,
Luis Jairo le ha aportado mucho al desarrollo agrícola y a la recuperación ambiental del país. Pero tiene una gran afición a la literatura y a la historia. Es un escritor nato. Ya lleva 16 libros publicados. Entre ellos: Familias josefinas de principios y mediados del siglo XX., San José de la de la Montaña y la Central Pescadero-Ituango, Poesía y leyendas de San José de la Montaña, y una biografía de Esteban Velásquez Restrepo.
Su más reciente publicación se titula: Personajes memorables de la vida cotidiana de San José de la Montaña. En esta obra revive personajes, todos humildes, pero que con su trabajo forjaron el bienestar y el desarrollo de su pueblo. A lo largo de las páginas del libro desfilan seres, que desde el siglo XIX, dedicaron su existencia a oficios disimiles, pero imprescindibles para la vida, no digamos cómoda, pero si digna de toda comunidad.
Con el estilo ameno de la escritura de Luis Jairo, el lector se deleita con las faenas de las vidas del sacristán madrugador José Zuluaga, la panadera Bárbara Pino, la leñadora Dolores Areiza, la modista Tulia Zapata, el herrero Ceferino Uribe, el cuentero y narrador de historias Miguelito Pérez, el director de la banda de música Pablo Emilio Restrepo, del carnicero y matarife Pascasio Ramírez y del fabricante de ataúdes Anselmo Vásquez, entre otros personajes pintorescos. Veamos una de estas crónicas:
Bárbara Pino, su parva una autentica delicia
“¿Quién oriundo o habitante de San José de la Montaña, no recuerda con deleite la parva de doña bárbara? Imposible olvidar el olor y el sabor de aquellos pandequesos, galletas, bizcochos, bizcochuelos, empanadas dulces y demás ricuras que salían calienticas del horno de su panadería, normalmente los fines de semana (viernes y sábado) Todo el pueblo estaba pendiente de ellas.
Los muchachos y muchachas corríamos, por cuenta propia o mandados por nuestros progenitores, hacia la casa de doña Bárbara a comprar esas delicias con unos pocos centavos en el bolsillo, de gran valor adquisitivo por cierto.
Llegados a la casa, vaso de leche en la mano derecha y una galleta o bizcochuelo en la izquierda, disfrutábamos de estos manjares, y quedábamos con ganas de comer más y más. Doña Bárbara, nos atendía con gran amabilidad a cada uno de los ansiosos y juveniles compradores. En un bolsillo de su delantal guardaba los centavos producto de las ventas y con una sonrisa nos decía: Adiós muchachos, los espero la próxima semana. ¡Vuelvan!