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Un corto cuento

  • Foto del escritor: Luis Restrepo
    Luis Restrepo
  • 9 ago 2018
  • 7 Min. de lectura

La triste historia de la Vieja Lola y su nieto

A Jordy Alexander lo crió la abuela, en Manrique, allá por los lados de La Salle. La vieja Lola sube y baja a píe todos los días por la 45, fritanguea allá junto a los que fue el Estadero Palos Verdes. Alex también subía y bajaba todos los días por la misma calle unas veces a píe, otras en moto, otras en taxi. Ya no sube ni baja. En la penumbra de un solo bombillo, la noche los encierra, los junta, los hacina a todos en sus cuatro paredes y en sus cuatro camas, donde duermen bajo el abrigo de cobijas en jirones y en olor penetrante a manteca, la de la cocina improvisada en el mismo cuarto. Son doce como los apóstoles: Sandra, madre desde los quince, con sus cuatro muchachitos, Jeison Wilder de ocho; Milena Tatiana de siete, Lina Estefanía de seis y Sandrita de uno; los dos abandonados de María Adelaida; Adelaidita de trece y Jeider Mauricio de once; Arnulfo, el viejo, sesentón y alcohólico; Jordy Alexander el, hijo del difunto William Fernando; María Dolores, la bobita; la tía Amantina y La Vieja Lola.

No hay con que comprar una libra de panela, no hay conque pagar los servicios, ya vienen los esbirros de la sueldocracia de las Empresas Públicas a cortarlos. Los niños están desnutridos y famélicos. El pastor evangelizador se ha llevado la última moneda, pero queda el consuelo del cielo prometido.


Desde las entrañas de la torre del templo de orgullo gótico de Manrique, las campanas importadas y de sonido divino, lanzan al aire sus seis retoques vespertinos. Ahí baja La Vieja Lola con su cuerpo enjuto, seco más seco que un jugo de algarrobo sin agua. Siempre baja a pie. Avanza a paso lento con su zapaticos de lona ruñidos en la punta, con su falda de color incierto y desvanecido, con su saquito negro. Y en sus manos arrugaditas y temblorosas - como las de toda anciana trabajadora - la canasta con sus ingredientes para las empanadas, y listos para freír los chorizos y la chunchurria. Desde hace cerca de un año ya no viene con Jordy Alexander. El muchachito que le cargó la canasta desde que tenía cinco años y la acompañó más de diez se le descarrió. Según le han contado a La Vieja Lola, se mantiene en los vericuetos del centro con unos tipos mal encarados. Sus oraciones de ferviente evangélica para que se aleje de “malos pasos”, aún no han sido escuchadas en la morada de los dioses.


En trasnochos de ventas a borrachos y a taxistas trasnochados, la vieja guarda los billetes en el bolsillo de su delantal, mientras su nieto, su preferido nieto deambula por el parque Bolívar, por la calle barbacoas, por la Estación Prado del Metro.


No es que anoche si me fue mal, como te parece que me subió un viejo en un carro hasta lo más de bonito, no quiso pagar pieza y me llevó por allá por la variante de Caldas, por allá me puso a que se lo chupara y yo gas, por que que viejo tan feo, pero como por la plata baila el mico, se lo chupe como pude, pero lo peor fue que esa gonorrea sólo me dio dizque cinco mil pesos, y me bajó por allá en Itaguí. En un perro caliente y en los pasajes se me fueron los cinco mil hijueputas pesos, que noche tan perdida.


Pero la vez que mejor me ha ido fue un viernes hace como un mes. Me subió un bizcocho en una camioneta, que chimba de camioneta. Me llevó primero para un estadero por la vía a Santa Helena, me cogía la mano y me acariciaba la cara y me decía ‘Usted es muy lindo, ¿ cómo se llama y cuantos años tiene ? ” , como él me gustó le dije mi nombre y le di la mano, mucho gusto me llamo Jordy Alexander y tengo dieciséis. Por allá me invitó a comer carne asada de lo más sabrosa.


Luego bajamos y me llevó a un hotelito muy bueno que hay por el Hospital San Vicente. Allá fumamos mariguanita y tomamos aguardiente y él tan tierno me acariciaba y me acariciaba, es que estoy enamorado de él, se llama Orlando, cuando será que lo vuelvo a ver, el me prometió buscarme de nuevo. ¡Ah ! pero espere yo le sigo contando, en el hotel también había televisor y presentaron una película gay lo más de fantástica, me sentí dichoso, perdón dichosa, me hizo el amor con condón, suave, lo más de chevere, es que es por eso que estoy tan tragado de Orlando.

Porque a veces a una le tocan unas cosas, una vez me llevó un viejo para un apartamento por allá por Aranjuez, bueno no era ni tan viejo, como de treinta años, no era ni feo, pero sí muy guache y muy borracho. Me lastimó horriblemente y no se quiso poner el condón a pesar de que le rogué. Luego, como a las cinco de la mañana me sacó a la puerta del apartamento, me despachó con cinco mil pesos y me dijo que me perdiera lo más pronto que estaba para llegar su furiosa mujer.


Pero al que más recuerdo de todos es a Orlando, el me dio con que comprar estos “pisos” en el Obelisco. Ayer lo vi pasar en su carro por la Oriental, le hice señas, pero no me vio. La otra vez también me lo encontré junto a la Clínica Medellín iba a pie, dizque de afán, sin embargo me aconsejó mucho, me dijo que estudiara, que me portara bien, que por ningún motivo me vistiera de mujer, que siguiera así machito y sin muchas plumas; también me dijo que mi estilo de vida tenía muchos riesgos y que pronto me buscaría para que habláramos más y por ahí derecho para que nos amaramos un poco. Me entregó un billete de diez mil pesos zurullado y se fue. Se fue a pie muy rápido por la calle Maracaibo, yo lo seguí, pero él se detuvo y me dijo que no lo siguiera que iba para una reunión con unos doctores y que no le convenía que lo vieran con un sardino como yo.


Hay que vida tan dura esto de putiar en la calle, una parada en una esquina con todas esas otras locas, y pasan y pasan carros y ni uno que para y si de pronto se detiene alguno, ahí mismo salen esas locas a ver que pescan. Por eso ya no me gusta hacerme junto a ellas, mejor me voy para los puentes o para los lados de la Estación de Prado, aunque por allá casi siempre el levante es algún zarrapastroso que la lleva a una a esos hoteluchos de mala muerte y después lo despacha a uno con cualquier cosa.


¡Ay ! cuando será que vuelvo a ver a Orlando. En estos días me ha ido muy mal, no le he podido ayudar en nada a la vieja Lola, anda toda verraca conmigo, que porque no quiero estudiar, que porque no paro en la casa. Me da pesar de la cucha , ya tan anciana y todavía vendiendo chinchurria y empanadas para podernos dar la comidita y ese viejo de Arnulfo que para nada sirve, todo lo que consigue de zapatero se lo bebe, ese es un estorbo en la casa y pobre la Sandra con sus cuatro buchichorriados por hay lavando ropa y hasta putiando yo creo, esa al menos entra algo a la casa.

¡ Ah ! es que la vida a veces es muy dura, la pobre tía Amantina ya está casi tullida del reumatismo y la Doloritas que ni habla, sólo se queja cuando esta toda mojada o poposiada para que la cambien, pero menos mal que hay está Adelaidita para que la bregue.


Qué porqué mataron el papá de Jordy Alexander, nunca se supo, lo encontraron en la Curva del Diablo, atado de manos y píes, agujerado por todo el cuerpo, sus ojos abiertos y blancos entregaron a los levantadores de cadáveres la máxima expresión del pavor. Para La Vieja Lola, William Fernando era un buen muchacho, el que más le ayudada. S conseguía la platica honradamente de todero-rebuscador: lavando carros , vendiendo chance, mensajiando, de ayudante de construcción, en ventas ambulantes y a lo último pudo ser ayudante de bus, de la ruta a Campo Valdés.


En el cuerpo, de pocas y flácidas carnes, de La Vieja Lola hay una gran fuente lacrimal, para todos hay : llanto por su William Fernando asesinado ; llanto dedicado a Sandra por su fracaso a los quince ; llanto por su marido beodo e irresponsable ; llanto por el autismo de Doloritas ; llanto por la artritis de la tía Amantina y sin recursos para un tratamiento adecuado; llanto por Rubén Darío y María Adelaida perdidos en las distancias y en los años, o tal vez en la eternidad. Ahora le ha llegado un motivo más para que sus fuentes lacrimales sigan produciendo y no se agoten: Jordy Alexander su nieto preferido tiene Sida.


¿Pero qué le pasa a Alex que está tan flaco y como era de comilón, ya no come ?, se pregunta La Vieja Lola. Sandra tenga estos diez mil llévelo a la Unidad Intermedia. Allá le hicieron el examen gratis. Resultó positivo. Todavía no ha muerto. En su languidez se desvanece en una de las cuatro camas, que le dejaron para él sólo. Lleva varios días de mejoría, le ha disminuido la diarrea y come más. Si estuviera aliviado iría a buscar a Orlando al Centro, que bueno volverlo a ver, no para besarlo, se que ya no lo podré besar, sólo quiero verlo de nuevo para despedirme de él y para que le ayude en algo a la Vieja Lola en el pago de mi entierro.


En el interior de los pulmones de Jordy Alexander ha iniciado su gran poder destructor el bacilo de Cock, y en el interior de la torre Gótica las campanas muy cumplidas dan sus seis retoques vespertinos. Muy cumplida viene por la 45 La Vieja Lola, baja a vender su fritanga a la misma esquina manriqueña.

1988

 
 
 
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