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Literatura de apología y diatriba

  • Fragmento de la obra Yo, el ateo
  • 21 abr 2017
  • 4 Min. de lectura

Actualizado: 19 oct 2020

El Final Juicio

Cero más cero es igual a cero, nada más nada es igual a nada. Cero más nada es igual a Dios. Solo el resultado matemático y la no existencia de una Providencia es exacto y verdadero; todo lo demás en el Universo es incierto o relativo. Existe solo el cosmos y su energía que crea, transforma y destruye. Implacables sentencias del Supremo Tribunal de la Historia, merecen las divinidades creadas por la abyecta mente del Hombre a su imagen y semejanza.

Los dioses, esas sabandijas parásitas, se han hecho más que merecedoras a un Juicio Final. Los folios de su prontuario puestos en fila darían para recorrer la distancia al sol en ida y vuelta. Por haber dado vida a la criatura humana para envejecerla, enfermarla y eliminarla, toda Divinidad merece ser crucificada por Secula seculorum.

Después de realizado el debido proceso, donde se escucharon defensores y acusadores, y a la Historia como testigo irrefutable, este tribunal declara culpable de todos los cargos al dios cristiano (nacido y criado en un sórdido recoveco de la mente humana).

Por imponer la relación con su dios a través del dolor y la sangre. Por trazar caminos de espinas para que sus creyentes accedan a una supuesta salvación. Por endilgar a sus creaturas un pecado no cometido, pero que resulta muy original. Por haber provocado las peores guerras, martirios, injusticias y crímenes que ha padecido el género humano. Por tener entre sus jerarcas a los seres más corruptos y criminales de la humanidad. Por tener entre sus santos a los seres más serviles, intolerantes y masoquistas. Por su testamento nuevo de atrocidades e imbecilidades.

Por haber sometido a una considerable porción de la humanidad, al engaño, al holocausto y al obscurantismo y por constituirse como el gran obstáculo en el proceso de evolución del pensamiento humano, se le aplicará ejemplar castigo.

Como el Credo de este cristiano dios reza que todo lo visible y lo invisible es creado por él, la sentencia contempla aplicarle varias de sus maravillosas creaciones.

Se condena a despojar su cuerpo del adjetivo glorioso para infectarlo por los tiempos de los tiempos de: lepra, cáncer, tuberculosis, diabetes, gangrena, fiebres tifoidea y aftosa, tortícolis, menopausia, aterosclerosis múltiple, arritmia cardiaca, síndrome de Down, mal de Parkison, alzhaimer, caspa, piojos, sarna, grajo, blenorragia, halitosis, hemorroides esquizofrenia, depresión, vértigo de Meniere, demencia senil, hemorragia, diarrea, cólera, peste negra, papera, sarampión, meningitis, gripe, prostatitis, jaqueca, resaca, artritis, asma, gastritis, neumonía, sífilis, hipertensión, reumatismo, dermatitis, epilepsia, nefritis, osteoporosis, elefantitis, paludismo, diabetes, labio leporino, celulitis, erisipela, ictericia, leishmaniosis, glaucoma, tiña, sida, trombosis, bocio, constipación y de todas y cada una de las dolencias y enfermedades que han atormentado a los seres humanos y animales desde que tuvieron la desgracias de ser creados por este dios de iniquidad e infamia.

Después de realizado el debido proceso, donde se escucharon defensores y acusadores, y a la Historia como testigo irrefutable, este tribunal declara culpable de todos los cargos al dios judío (nacido y criado en el agujero más asqueroso de la mente humana). Por ser nepotista y escoger pueblos a su capricho para esclavizarlos o aniquilarlos. Por placerse de que degüellen animales en los altares de sus templos. Por abandonar a su pueblo y dejarlo a merced de sus más implacables enemigos, por los inconmensurables lamentos de sus fervientes. Por su testamento antiguo colmado de injusticias y castigos, entre otras muchas consideraciones, a este dios de sadismo es necesario medirlo con la misma vara con la que él mide.

Se condena a padecer de 6 de las 7 plagas por 7 mil millones de años. Se le privará de la plaga del río convertido en plasma, para negarle la satisfacción de ver correr más sangre. Las demás plagas: de ranas, de moscas, de peste, de ulcera y de granizo las padecerá con toda intensidad. Otros 7 mil millones de años ayunará en el desierto para que escarmiente esta despreciable divinidad, a la que la creatura humana ha osado prodigarle devoción. Una vez cumpla estas penas será sometido a la acción del ángel exterminador.

Después de realizado el debido proceso, donde se escucharon defensores y acusadores, y a la Historia como testigo irrefutable, este tribunal declara culpable de todos los cargos al dios musulmán (nacido y criado en los más desértico e inhóspito de la mente humana).

Por haber escogido al más malvado de los hombres como su profeta. Por haber suscitado las más terribles acciones terroristas. Por idiotizar a sus secuaces y convertirlos en cavernícolas de pensamiento. Por Suscitar los más extremos fanatismos y fundamentalismos. Por azuzar cruentas guerras santas. Por discriminar y cubrir de trapos a la mujer. Por permitir que sus fervientes mueran destripados mientras peregrinan en su honor. Por aceptar el sacrificio de animales en su alabanza. Por su pestilente Corán.

Se condena al suplicio de introducirle sieso arriba, mediante fuerza atómica, un espiral conformado por todas las estrellas del Universo, que explotarán para que este malvado dios del Islam emita un quejido que retumbe a perpetuidad por todos los confines de su Creación en expiación de su monstruosa malignidad.

Publíquese y cúmplase,

Supremo Tribunal de la Historia

 
 
 
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